martes, septiembre 21, 2010

TELEPHONE

No sé qué me ocurre últimamente que he perdido mi don de "hacerme la loca".
Os explico: yo antes tenía un don. Cuando un cansino/psicópata/depravado o las 3 cosas a la vez intentaba ligar conmigo, mis habilidades me permitían esquivarle y muy sutilmente declinar sus ofertas de salir a cenar o negarme a darles mi número de teléfono con excusas ingeniosas, llenas de color y originalidad. Sabía decir "no" de una manera elegante, sutil, de modo que no se sentían ofendidos, sino felices y valorados.
Sabía cómo llevar la conversación por derroteros insospechados, desviar la atención creando algún tipo de distracción (un truco que siempre funcionaba era empezar a bailar reggaeton like a real bitch).
Eran unos poderes muy útiles.
 
Pues resulta que he perdido ese don y últimamente voy repartiendo mi número de teléfono a regañadientes al primer mameluco que me lo pide. Y sé que hay mil excusas y triquiñuelas que podría utilizar pero una de dos: o me he vuelto demasiado vaga como para esforzarme en mentir y doy mi número para quitarme el problema (aunque el problema es MUCHO MAYOR al día siguiente, cuando intentas pasar tu resaca lo más humanamente posible y te llaman personas cuya imagen aparece pixelada en tu recuerdo) O BIEN he utilizado todas las excusas tantas veces que ya de tanto repetirme me suenan ridículas y demasiado falsas (estoy pasando por una crisis creativa).

Y es que últimamente siempre que intento escaquearme digo una chorrada tan grande que incluso a veces insulto a la inteligencia de las personas.
EJEMPLO: conocí a un sudafricano cuya excusa para no darle mi número fue: "¿por qué no en vez de intercambiar números tocas la vuvuzela y yo ya si eso cuando lo oiga acudo a tu encuentro??"
Jajajajajaja un poco más y le trato de salvaje por la vida. Lo peor es que al hombre le encanté porque es que me acaparó y no me soltaba ni con agua caliente. Mientras hablaba con él, intentaba que la conversación muriera para poder irme con mi mi amiga, que se lo estaba pasando pipa con unos pivones. Tras muchos intentos, conseguí zafarme lo más educadamente posible y después de 2 minutos (2 MINUTOS POR DIOS) sin hablarle, se me acercó ese hombre hecho y derecho de 38 añazos con una lagrimilla en el ojo llorándome: "Are you upset with me? Why don't you talk to me????"
¬¬
...
Mi respuesta: BE A MAAAAN!!!!!!

También dar un número falso (mi opción favorita) se está volviendo muy difícil, puesto que los chicos ya se conocen ese truco y siempre te avisan de que te van a hacer una perdida en ese mismo minuto, mientras sostienes el móvil en tu mano como una idiota.
Y mucho me temo que "el truco del destino" se está volviendo demasiado internacional y muchos chicos se lo conocen ya o, por lo menos, sospechan que algo no cuadra.

Bueno, lo que os estaba contando es que, aunque la mayoría de las veces consigo balbucear una triste excusa y hacerme la loca, últimamente ha habido muchas fisuras y unos cuantos extraños tienen mi número. Como consecuencia, últimamente recibo llamadas y mensajes extraños de: 1) M.G, un poeta frustrado , 2) Andrea, un italiano viejo (¡y que se llama Andrea!) y 3) un chico que se hace denominar "Javi el de los navajazos" (tipo Jack el Destripador).
El poeta frustrado cada vez que me habla parece que esté recitando el Romancero Gitano. El italiano...no comments, fue tan patético...! Le di un número falso y le dejé en el bar donde le conocí tan campante. Andé con mi amiga desde Sol hasta Ópera para irnos a una discoteca y de repente me giro y oigo unos resoplos. El tío no había apuntado bien ese número falso y me había estado siguiendo todo el camino corriendo y gritando mi nombre por lo visto (no lo oí porque seguramente el nombre que le di también era falso). Total, que me giro y estaba el hombre sin resuello, arrastrándose de cansancio por la carrerita que se había pegado. Así que al final le di mi número verdadero porque me dio un ataque de culpabilidad de que se hubiese jugado la salud por conseguir mi teléfono, corriendo por las calles de Madrid a su edad y gritando algún nombre absurdo como Regina Falangi, Perla o alguna de mis otras identidades falsas.
Javi "el de los navajazos" es un personaje que me contó que se había visto involucrado en una pelea contra unos ultrasur y por ese motivo tenía todo el pecho lleno de navajazos (para demostrármelo se quitó la camisa en mitad de la discoteca, con el consecuente bochorno de que la gente se pensara que estábamos haciendo guarradas). Le di mi número verdadero porque la historia era una auténtica tragedia y me dio pena: la pelea, su hermano en el hospital...y encima los navajazos le habían arrancado un trozo de hígado y no podía beber alcohol (en esta parte de la historia Epi casi llora, para ella el alcohol es sagrado).

Conclusión: tengo miedo de contestar al móvil cada vez que llama un número desconocido Y necesito refrescar mi colección de excusas.
Por otro lado, es divertido que te llame algún pretendiente de vez en cuando, aunque este pretendiente solo hable con rimas, o aunque le hayan abierto en canal. Eso sí, lo de las faltas de ortografía ME MATA. Me he dado cuenta de que para mí un chico que escribe con faltas de ortografía es el anti-morbo-total. Me referiero a faltas de ortografía graves como "henamorado", "te hecho de menos" o "haber si nos vemos". AAAAAHH! ¡No puedo soportarlo! También me molesta cuando la gente te escribe por facebook o por email con muchas "k"s: "estoy en kasa komiendo un kolakao". ¿¿¿Qué les cuesta escribir bien???? ¡¡¡No es como si se estuvieran ahorrando ninguna letra!!! En fin, delirios de traductora y amante de las letras.

Os dejo guapos y guapas



Mejor mal acompañado que solo- Nietzsche

miércoles, septiembre 15, 2010

 LA CASA DE LOS ESPÍRITUS

 
Os comunico que he empezado a trabajar en un libro nuevo. Es una idea que llevaba rondándome por la cabeza desde hacía tiempo, pero que siempre me había dado pereza abordar. Se trata de un "libro de la familia", es decir, voy a recoger historias de mi familia, remontándome lo más atrás en el tiempo que me sea posible, y a redactarlas para crear un libro que le daré a mi futura hija cuando cumpla los 18 (más me vale que a la niña le guste leer porque si no...todo mi esfuerzo habrá sido en vano. Sería gracioso que el día de su 18 cumpleaños yo le regalara ese libro con tanto cariño escrito y que la muy mocosa me levantara una ceja y exigiera a gritos un iphone o lo que demonios se le parezca en el futuro). Y no es por discriminar a mis hijos varones, pero me parece a mí que a un chaval de 18 años la vida de su tatarabuela loca le trae al fresco. Además con esa edad seguramente preferirían leer los libros de mi tia (escritora de libros pornográficos, o como dice en la portada de sus obras, libros "para reavivar el recuerdo sexual"). Supongo que también lo veo como algo más femenino porque es una idea un tanto romántica (típica de mi mente novelera), y porque, en general, las mujeres somos mucho más familiares que los hombres.

Seguramente estáis pensando que menudas ideas extrañas que tengo, pero os explico: escribir este libro se me ocurrió un día en el que mi abuela empezó a contar anécdotas graciosas de su madre (una especie de Gabrielle Solís de la época), mi abuelo, y de cómo le cazó como a un gamo para casarse con él, etc así como historias trágicas de la Guerra Civil. De pronto se encendió una lucecilla en mi cabeza (en mi mente esa lucecilla provenía de una lámpara del Ikea, porque aunque yo tenga la cabeza amueblada más o menos, soy consciente de que está amueblada con muebles del Ikea, ya que de vez en cuando todavía se me pira bastante). En ese momento me di cuenta de que quería conocer la historia de la familia, conocer mis raíces, descubrir si hay el suficiente número de miembros locos como para preocuparme por la salud mental de mis futuros retoños y esas cosas.

Así que hoy he ido a ver a mi abuela a la residencia para someterla a un interrogatorio cual periodista apostada en casa de la Esteban. Mi abuela encantada, claro. Y las otras señoras de alrededor también (todas querían contarme su vida, pero claro, mi interés por escuchar batallitas se limita únicamente a escuchar las de mi propia familia). Creo que de alguna manera he debido de ser hoy para ellas una aparición, una especie de ángel que ha venido a escuchar esas historias viejas que nadie quiere escuchar.

Y es que durante los próximos años tengo pensado interrogar a todos mis parientes, y quedan avisados de que no habrá censura posible, me voy a encargar personalmente de sacar todos los trapos sucios de la familia a la luz, será la verdad Y NADA MÁS QUE LA VERDAD (excepto cuando me toque relatar mi propia vida, que será contada de tal manera que me haga salir airosa de todas las situaciones y en la que habrá desde luego mucha censura y ¿por qué no? un poco de fantasía. No es justo, lo sé, pero soy la autora y desde luego no me pienso autoinmolar, y menos delante de esa maravillosa hija que tendré).

Una ventaja es que ahora que estoy viviendo temporalmente en la que era la casa de mi abuela (mi  casa está en obras) continuamente me encuentro fotografías y libros viejos que no hacen más que aumentar mi curiosidad sobre el tema: desde una botella de champagne que se sirvió en la boda de Pilar de Borbón hasta una cajita de música que le regaló uno de sus numerosos pretendientes a mi tatarabuela. La verdad es que con tanta labor detectivesca sobre gente de la ultratumba me siento un poco como Melinda Gordon en Entre fantasmas (sentirme como la protagonista de una serie de TV también contribuye a motivarme para continuar con este proyecto).

La foto que os he dejado es la de la boda de mis abuelos, y nada, esto es lo que quería contaros hoy, pero la verdad es que tengo un montón de cosas más que contaros, han pasado cosas divertidas últimamente, pero eso tendrá que ser otro día.
El próximo día os colgaré un poema que mi abuela recita mucho y que es bien bonito, quería ponerlo al final de esta entrada pero no me lo sé de memoria y, aunque parezca increíble, ese poema no está en internet así que tendré que esperar a que me lo dicte la próxima vez que la vea.


La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.--François Mauriac--